Vivir en torres
Buenos Aires es la segunda ciudad de Latinoamérica que posee edificios de más de 12 pisos (más de 500) y sólo es superada por San Pablo (Brasil). En tercer lugar se ubica la ciudad de Lima (Perú).
Sus torres más cotizados se encuentran en diferentes puntos de Palermo y Puerto Madero. Un ejemplo más antiguo, pero muy emblemático, es el edificio Kavanagh (Retiro) y también algunas propiedades tradicionales ubicadas en Recoleta.
Los departamentos ubicados en este tipo de construcciones atraen por su generosa vista, gran luminosidad y un alto grado de silencio. Al concentrar la estructura de servicios en pocos lugares, ocupan un porción más pequeña de tierra y hacen que la ciudad se expanda en menor cantidad. El valor de sus unidades se fija a partir de un precio medio para los pisos ubicados en el centro. Hacia arriba, aumenta piso a piso; hacia abajo decrece.
Una característica destacada de este tipo de edificaciones es que cuentan con amenities que ayudan a potencializar el estilo de vida y ofrecen a sus habitantes lo que necesitan sin tener que salir del edificio: salones de usos múltiples (SUM); piscina; gimnasios cada vez más sofisticados; áreas verdes, áreas para niños y para mascotas, servicio de lavandería; terrazas con zonas de parrillas; clases grupales de gimnasia o yoga.
A la hora de elegir un departamento con esta variedad de prestaciones hay que tener en cuenta el uso que se les pretende dar: si los servicios se utilizan, se prorratea el costo entre todos los habitantes del edificio, por lo cual, el balance da positivo. Pero si esos servicios no se utilizan, el impacto en las expensas se vuelve negativo. También hay una diferencia entre el monto a abonar por expensas si uno vive en un departamento de un edificio tradicional, o en uno de igual tamaño, pero que cuenta con estos servicios.
Por otro lado, estos espacios comunes son muy importantes para generar la interacción entre los habitantes del edificio. Pero, a veces, la superposición en las reservas de esas instalaciones, que la pileta o los espacios verdes sean ocupados por algún grupo numeroso invitado por algún propietario, o que no sean cuidadosos en su uso; puede derivar en motivos de conflicto. El desconocimiento por parte de los propietarios de la legislación que regula su uso complica aún más las cosas.
Para que ello no suceda es importante que existan reglas claras y explícitas. Las reglas escritas son: el nuevo Código Civil (establece pautas en materia de propiedad horizontal), el Reglamento de Copropiedad (rige los derechos y obligaciones de los copropietarios, uso de espacios comunes) y los reglamentos internos (se usan en algunos edificios tipo torres). En estos últimos se establecen pautas de uso, horarios, responsables del costo de limpieza, turnos, multas, etc.
También hay acuerdos no escritos, los cuales pueden ir cambiando a medida que pasa el tiempo. Por eso, lo más conveniente es que los propietarios sean flexibles. Igualmente, si un vecino utiliza las zonas de comunes de forma inadecuada o abusiva, es posible interponer una demanda. La figura del administrador del consorcio es imprescidible para organizar la convivencia de los copropietarios.
El respeto y el diálogo son fundamentales para que exista una buena convivencia entre los vecinos que viven en estos edificios. Cuidar los espacios comunes es tan importante como cuidar el propio departamento.